El Tropicana: el ícono del entretenimiento nocturno habanero

 El Tropicana: el ícono del entretenimiento nocturno habanero

El Tropicana nació en 1939 en el municipio de Marianao, en La Habana, dentro de los jardines de una antigua finca conocida como Villa Mina. Lo que comenzó como un modesto club al aire libre se transformó rápidamente en uno de los cabarets más deslumbrantes y reconocidos del mundo. A diferencia de los clubes cerrados y oscuros típicos de la época, el Tropicana apostó por un espectáculo bajo las estrellas, rodeado de palmas, luces de colores y escenarios abiertos que combinaban la naturaleza con el glamour.

Durante los años 50, el Tropicana alcanzó su máximo esplendor. Allí se presentaban los artistas más célebres de Cuba y del extranjero, desde Benny Moré y Celia Cruz hasta Nat King Cole y Rita Montaner. Su programa combinaba música en vivo, ballet afrocubano, desfiles de moda, acrobacias y orquestas dirigidas por grandes músicos. Todo el espectáculo era cuidadosamente coreografiado para deslumbrar a un público exigente, que incluía turistas, políticos y figuras del jet set internacional.

El diseño arquitectónico del lugar también contribuyó a su fama. Fue uno de los primeros cabarets del mundo con un escenario al aire libre, con pasarelas flotantes entre la vegetación, una concha acústica moderna y juegos de luces que convertían cada noche en un show de fantasía. Las bailarinas —con sus trajes espectaculares y coreografías exóticas— se convirtieron en símbolo del Tropicana y de la estética exuberante de la Habana pre-revolucionaria.

En sus mejores noches, el Tropicana reunía a millonarios, mafiosos, artistas, diplomáticos y curiosos. La mafia estadounidense, representada por figuras como Meyer Lansky, tenía intereses financieros en el lugar, como en muchos otros espacios del ocio habanero. Sin embargo, la vida nocturna del Tropicana trascendía la política: era un punto de encuentro cultural donde el ritmo afrocaribeño se combinaba con la sofisticación global.

El club también fue un trampolín para muchos artistas cubanos que luego tendrían carreras internacionales. Ser parte del espectáculo del Tropicana era un sello de prestigio, una vitrina que ofrecía exposición y respeto en una industria competitiva. Las coreografías creadas para el cabaret influenciaron el estilo de otros grandes clubes del mundo, incluyendo Las Vegas, que imitó elementos del Tropicana en su expansión durante la posguerra.

Aunque con la Revolución de 1959 el cabaret pasó a manos estatales, el Tropicana nunca cerró. Continuó presentando espectáculos y, aunque con altibajos, logró mantener su mística. Hoy sigue funcionando y es considerado un símbolo de la identidad cultural cubana, una cápsula del tiempo que conserva el esplendor de una época irrepetible. Muchos turistas aún lo visitan buscando ese brillo del pasado que sigue vivo bajo las estrellas de Marianao.

El Tropicana no fue solo un lugar para ver un show: fue un símbolo de lo que La Habana ofrecía al mundo. En una sola noche, allí se mezclaban el arte, el lujo, la política y el deseo de gozar la vida intensamente. Y aunque el tiempo ha pasado, su leyenda continúa viva en la memoria colectiva y en los escenarios del presente.

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